Ni nunca paloma
Viajeras
Pesadas montañas flotantes, que bailan en caravanas lentas de andar, con sombras de árboles caídos y un sin par de flores marchitas.
Crestas blancas que oscurecen un tardío atardecer, que envuelve un regalo que nadie quiere ver, las gotas de un pez.
Lejanas parientes al horizonte enamoran con suaves formas de corazón y de una que otra aurora.
Y sin importar la calle de tristeza teñida, sin solventar las aventuras de ¡infantes miradas! sin ver el cielo tras una espalda de hielo y cristal, sin ser las amigas de un solitario amigo, amigo del caminar.