Hilarión
Una historia familiar
Cuando apareció la pandemia surgió una idea innovadora: hurgar en el pasado de los MartínezKuera; indagar cómo había brotado tenuemente y, luego, cómo vinieron otros brotes que se convirtieron en árboles, que, a su vez, generaron otros y se convirtieron en un frondoso bosque, cuyo verdor y frescor cobijan hoy a los Martínez Kuera y lo proyectan hacia su futuro.
Obviamente, esta historia está dirigida a los Martínez Kuera para disponer de una aproximación a sus orígenes, gracias a alguien, a quien Don Crescencio, en su desvarío senil, confunde con su hermano Hilarión, no una, sino varias veces. De aquella confusión se generó el título de la obra, que nació como “historias de la genealogía familiar” lanzadas cada tarde en fragmentos de una o dos páginas.
Y el autor, — el Hilarión de la ficción de don Crescencio —, nos indica que el primero de la lista es Fulgencio Martínez. Naturalmente, Fulgencio es, hacia atrás y a su vez, fruto de su propia fronda, que ya es muy difícil considerar por carencia de testimonios y porque el principio de esta historia se sitúa en Lambaré.