Alegorías del tiempo
Poemas góticos
Hay que tener coraje para hablar de un solo género literario dentro de un libro en partituras poéticas, y más aún lanzarse al cuadrilátero de la literatura gótica. Pero en la retórica creativa y profunda de este respetado poeta para nada yace la redundancia, al contrario, crea peculiares mausoleos de versos subyugantes en donde él mismo es el Cerbero, o quizá una versión rediviva del cuervo, que posó en el busto de Palas, para engatusar a su lector y así sus estrofas jamás ser olvidadas.
José A. Monnin, sí, Monnin, ¿acaso es la reencarnación de Munin? Y volviendo a lo mencionado más arriba, al cuervo de Poe, este literato se encarga de educar la mente y volver implacable la memoria como uno de los cuervos del dios Odín, de cuasi homología: Munin. ¿Coincidencia? No sabemos. Lo único que podemos hacer es dejarnos atrapar por su tupida atmósfera gótica de lenguaje flexible, sin caer en lo macabro, sino en la sensación de suspenso ligero, apenas insinuado, de modo que versear con la vista cada palabra resulta ser un verdadero lujo y vicio placentero.
Este maestro maneja con elegancia -dentro de su lenguaje figurado- los tropos, las figuras y los símbolos, donde el oxímoron es la cereza oscura de una torta negra.
La lectura de «Alegorías del Tiempo» tiene la magia de convertir un día inmensamente claro a una noche lóbrega, nebulosa, en donde una capa negra invita al lector a encender una vela sobre un cráneo del siglo XIX, para absorber pasmosamente, a través de los ojos, los versos góticos entre cuervos, murciélagos y luciérnagas.
Este es el libro número 8, el infinito vertical, de José A. Monnin; en el octavo mes del 2022 nos trae el octavo paredón de su peculiar laberinto, la octava maravilla de entre sus creaciones, el octavo paso sobre la baldosa del caminero de la perpetuidad.