Reseña

«Pensar bien» es una tarea difícil, pues significa no solo hacerlo correctamente y evitando errores, de forma contraria al pensar mal o de manera equivocada. De hecho, para que la buena educación y la investigación productiva sean posibles, este ejercicio racional debería superar a la mera repetición y la falacia escoliadora (creer que educarse equivale solamente a ir a la escuela), pero también al academicismo, la falta de ética, las discriminaciones y el mal desarrollo. Además, aunque para pensar bien se deben trascender los límites de la lógica, esta sigue siendo la base sobre la que se sustenta gran parte del conocimiento humano.

Tanto las urgencias ecológicas como las de desarrollo y éticas necesitan promover el pensar bien de la mayor cantidad posible de personas, de esta manera será posible avanzar hacia mayores niveles de paces en nuestras sociedades; entendiendo que la paz es más que la mera ausencia de guerra e implica superar a las violencias de todo tipo (directas, estructurales, simbólicas y ecológicas), lo que significa la satisfacción de las necesidades humanas así como la libertad para el desarrollo de las potencialidades, en tránsito hacia la equidad y los derechos humanos.

La lógica, en este sentido, constituye la base necesaria para una racionalidad y una comunicación efectivas, que permitan avanzar hacia la paz. Si no se manejan las herramientas básicas del pensar racional, no solamente no será posible ponerse de acuerdo para neutralizar los conflictos, sino que tampoco se podrá educar para vivir en comunidades con justicia social.

Vale acotar también que es de suma importancia que los científicos y profesionales aprendan a discernir entre el razonar válido y el inválido. Por esto, este texto trabaja tanto la lógica aristotélica, como la simbólica o matemática; además, se analiza el problema de las falacias (cotidianas) y se vincula a la lógica con el lenguaje y la realidad social, en la búsqueda de una mayor practicidad o utilidad.