El Alud
Coletaneas de relatos asombrosos
Un sueño puede envenenar nuestro sueño.
Escudriño a mí alrededor; nada ha cambiado. Todo sigue igual como en la vigilia un sucio y triste cuarto, unos pocos muebles viejos y desvencijados, y un hedor rancio al que ya me había familiarizado. Sin embargo persiste la duda. En la penumbra, miro extasiado un viejo reloj de pared, otrora galán despertador, artefacto que lo había heredado muerto y que ahora inexplicablemente volvía a revivir. Oigo el sombrío
gong que suenan como las campanas de una catedral, que retumban, no sé si por la acuidad de mis sentidos, de todos ellos el oído el más agudo. Y ahora, que era prisionero en las desgarradoras horas de la noche, sobre el cobijo silencioso del viejo edificio, un sonido tan extraño como ese despertaba en mí un incontrolable terror.