Reseña

Las universidades fueron originadas hace siglos bajo el amparo de la autonomía para garantizar la libertad de cátedra y la libertad de enseñanza en primera instancia. Con el tiempo, ese derecho se volvió más complejo: adoptaron modelos y herramientas de gestión de conocimiento y de gestión institucional que dieron como resultado la acreditación de saberes, habilidades y competencias para profesar una actividad. Hasta ahora, nunca jamás, su puso en descrédito esta situación. Las universidades se expandieron con más o menos prestigio bajo el amparo de la confianza pública.
Pero las cosas parecen que han cambiado o están en juicio crítico. Tenemos pequeños y grandes ejemplos que están minando el pacto social con las universidades. Al cierre de edición de este libro, un fiscal imputaba a un legislador del Paraguay por la supuesta falsificación de un título universitario para justificar así su nombramiento en un órgano de alto nivel político. La consecuencia inmediata es su desafuero para ser sometido a investigación.
Recientemente, Claudine Gay, la primera rectora de color de la Universidad de Harvard –una de las 8 mejores universidades de Estados Unidos– renunció a su cargo tras poco más de seis meses de gestión, acusada de plagiar alrededor de 50 trabajos académicos, de los cuales en 8 se confirmaron citas inadecuadas. No obstante, Parece no ser la razón cierta de su alejamiento sino su posición crítica ante los bombardeos de Israel en Gaza.
No hay mucho espacio para explicar los detalles de casa caso, pero son suficientes para matizar lo que yo puedo llamar el colapso del pacto social con la universidad. Hay muchos otros. Incluso la circunstancia de Enron Corporation, catalogada como uno de los peores fraudes financieros de la historia, fue planificada por jóvenes estrellas que se formaron en las mejores escuelas de negocio del país del Norte. Entonces, surgió el dilema si el factor detonante de este escándalo tenía su input en la ética personal o en la ética social.
Podemos sospechar que en ninguna universidad del mundo exista en la actualidad una cátedra cuyo syllabus contenga una clase práctica de cómo hacer un balance en negro, o de elaborar documentos apócrifos o redactar trabajos prácticos mediante la técnica copy & paste, menos aún un dogma que apoye estos movimientos. Entendemos que las universidades hacen el mayor esfuerzo posible para evitar estos saberes. Sin embargo, los estudiantes aprenden estas y otras maneras en el ambiente universitario.
Este es el fundamento por el cual surgió la Responsabilidad Social Universitaria, una iniciativa principalmente ética en sus dimensiones personal y colectiva. No trata de clases de ética o de moral ni de valores, sino de construir un entorno de acuerdos compartidos en contexto de universidad para conseguir impacto en el entornos organizacional, cognitivo, educativo y social. La pertinencia social es inherente a la gestión universitaria. De aquí se deriva la promoción del compromiso territorial, del que se habla en los últimos tiempos, que procura romper la torre de marfil en la que se han enclaustrado muchas instituciones académicas.
Con rigurosidad metodológica, precisamente, la Dra. Matilde Duarte de Krummel, ha comprobado que las universidades paraguayas no tienen un rol definido en la sociedad, no responden a los desafíos de la sociedad. Mucho más categórico, la conclusión de la tesis, que incluye un universo de estudio de 55 universidades locales, dice que estas instituciones no tienen liderazgo transformacional. La pata coja de la misión universitaria en el Paraguay, según la investigación, es la transferencia de conocimiento, cuando debe caminar equilibradamente con la producción y preservación del conocimiento. Estamos entonces en condición de decir que esto no es solo un problema de gestión o de misión, es un problema de ethos, porque hay cultura y aspiraciones que van en contramano a la presión social.
Se ha instalado en las universidades, en la línea que plantea la Dra. Duarte, una espiral de silencio en los modelos de liderazgo que giran hacia el centro del conformismo (poca innovación), autosustentada en creencias particulares de lo que debe ser y hacer una universidad. Los ejemplos de este patrón de comportamiento ya ejemplificamos. Ergo, el pacto ético de las universidades con su entorno social está roto.
Dentro de este marco, no puedo dejar de mencionar el honor que me cupo cuando me invitaron a escribir el Libro Blanco de la Educación Superior (2017), en el que consideré oportuno incluir una línea referida con la Responsabilidad Social Universitaria. Puede verse en el documento que aparece como acción transversal a todas las dimensiones estratégicas: fortalecimiento institucional, misión de la educación superior y actores estamentales. En cuanto a fortalecimiento, proponíamos la inclusión de iniciativas de responsabilidad social en las dinámicas de control y evaluación que aplican a las instituciones de educación superior; en cuanto a misión instábamos a la instalación y promoción de las iniciativas que contribuyan a conformar comunidades de aprendizaje, sean estas basadas en problemas o proyectos sociales; y en cuanto a actores, la promoción de la intervención de los estamentos en sus comunidades conforme a las competencias adquiridas para generar dinámicas de cambio y responsabilidad social.
No tengo idea en el presente cuánto se ha avanzado en estas propuestas o se han promovido desde el Consejo Nacional de Educación Superior (CONES). Ahora que soy miembro del CONES, tengo la sensación de que las ideas quedaron encerradas en una gaveta, aunque las nuevas autoridades han manifestado su interés en desempolvarlas.
El momento en que apareció el Libro Blanco de la Educación Superior fue justamente después de los ventilados casos de corrupción en las dos universidades tradicionales del Paraguay. Quizás por eso hay también acciones transversales que tienen la impronta de la transparencia y comunicación pública. Cuando escribía el informe, pensaba que había un valor negativo, jamás imaginado antes, que se apropió de la gestión institucional el cual era la corrupción; tenía el concepto que era un atributo de la gestión pública y de algunas empresas particulares. Mi creencia era que la universidad estaba exenta de esta característica.
Por todo esto, me parece relevante dar a luz en formato libro está “mirada crítica a las universidades”; que contribuye a refrescar la noción de Responsabilidad Social Universitaria de modo urgente, ahora, en nuestra realidad, y prospectar desafíos futuros. El contexto actual rodea el fundamento para leer con detenimiento esta investigación que caracteriza a la universidad paraguaya y la interpela en su más fondo sentido identitario. En concreto, la Dra. Duarte sugiere priorizar la articulación entre universidad y sociedad. Parecería una frase muy coreada. Pero, está basada en evidencias que han sido recogidas por la autora mediante encuestas y entrevistas dirigidas a referentes en educación superior del país.
Agradezco a la Dra. Matilde Duarte el permiso que me ha dado para introducir su libro, con la publicación del mismo, crece la colección, se multiplican las ideas y se reinstala el debate sobre los resultados éticos de las universidades.
Dr. Jorge García Riart
… desde Areguá, enero de 2024