Reseña

He leído innumerables veces la frase atribuida al anónimo Kamasutra: «El pecado original no es el sexo, es la culpa». Comienzo esta presentación mencionando la cita porque, aunque en la actualidad se habla libremente de sexo en casi cualquier contexto social, no podemos negar que sigue siendo un tabú.
El presente libro recoge la creación, acaso postergada, de varios autores. Afirmo, con conocimiento de causa, que atreverse a publicar contenido erótico no es tarea sencilla, especialmente cuando este es más explícito. Antonio Tello, en su Gran diccionario erótico de voces de España e Hispanoamérica (1992), señala que el erotismo evoca lo sexual de forma velada, mientras que la pornografía lo exhibe explícitamente. Publicar con ambos ingredientes y con la sospecha de que la línea es difusa, tal vez muy frágil, requiere, en primer lugar, decisión. Todo libro que sale a la luz pasa por un pro-ceso creativo y un convencimiento interno de que ha llegado el momento de lanzarlo al mundo, a veces con la incertidumbre de cómo será esa experiencia.
Explorar esta sensación, sabiendo que el tema podría no ser bien recibido por algunos, requiere de una doble decisión. Estamos convencidos de que nuestras letras encontrarán su camino, aunque sabemos que la «literatura erótica» no está exenta de controversias.
A lo largo de la historia, el erotismo ha sido objeto de censura, pero ha evolucionado según el contexto social e histórico. Desde los primeros escritos eróticos en la Antigua Grecia, pasando por los manuales de sexualidad en la Antigua China, hasta llegar al famoso Kamasutra de la India, la literatura erótica ha dejado su huella.
Durante la Ilustración europea, la pornografía literaria se utilizó como herramienta de crítica social, y en el siglo XIX, el erotismo comenzó a explorar las fronteras entre lo permitido y lo prohibido. El arte Shunga en Japón, con sus expresiones visuales de la sexualidad, y obras como El Decamerón de Boccaccio, reflejan la diversidad y profundidad de este género.
No pretendo hacer un recorrido exhaustivo por la historia de la literatura erótica, pero sí reivindicar su lugar en la cultura. Desde El marqués de Sade, hasta obras contemporáneas como Las edades de Lulú de Almudena Grandes, Diario de una ninfómana de Valeriè Tasso, Cincuenta sombras de Grey de E.L. James o las sagas de Megan Maxwell, la literatura erótica ha sido un catalizador para la exploración de la sexualidad humana. Como refiere Tasso en su Antimanual de sexo, «erotismo y pornografía son útiles activadores de la libido».
En nuestra literatura, tenemos ejemplos como Dora Gómez Bueno de Acuña, quien, desafiando las normas de su tiempo, cantó al amor con una franqueza que escandalizó a muchos, pero que también dejó una huella imborrable.
La belleza del erotismo está plasmada en esta colección de poemas y relatos que despiertan los sentidos y desafían los límites. Somos trece escritores; poetas y narradores, quienes hemos dado rienda suelta a la creatividad, liberando nuestras letras para explorar la sensualidad y el deseo.
En un artículo de Yolanda Errázuriz en «La Tercera» (periódico chileno), se menciona que la literatura erótica es una herramienta poderosa para despertar el deseo y la excitación. Claudia Ferrer, terapeuta sexual, indica que «el cerebro es nuestro mayor órgano sexual, y cuando leemos literatura erótica, tenemos una predisposición positiva hacia esa experiencia».
Mi recomendación es que te sumerjas en la literatura intensa y apasionada de El Néctar y la Rosa, siempre con responsabilidad y conciencia de que es un terreno reservado para adultos.

Estela Kobs