Mbo'ehára
Huellas en el corazón
Las palabras que brotan del corazón son como un ykua de aguas cristalinas que sacian una sed que viene del alma, la sed de sentido de nuestras experiencias humanas. De esta manera, la escritura es el arte de esculpir las vivencias de la realidad, de recrear el mundo desde la mirada perpleja de un ser tocado en lo más hondo por la sencillez y la profundidad del Cosmos, así con mayúsculas, material e inmaterial.
Isidora Gaona es una escultora de alma. Con su inquieta y aguda mirada de educadora nos va revelando su historia, sus amores, sus sueños, sus preocupaciones, sus caídas, y sus esfuerzos por incorporarse de nuevo para seguir adelante. Va desgranando un relato que viene de su alma y que llega al alma, con la humildad y con el entu-siasmo -que a veces parece candidez- de la persona sabía que vivió mucha vida. Pero nos cuenta mucho más que su vida.
Nos cuenta la historia del otro Paraguay, del olvidado, del negado, del precarizado, del marginado. Nos cuenta la historia de la educación y de los educadores genuinos, de quienes batallan día a día por dejar un legado, hacer algo por su país mediante el cuidado de sus alumnos, a pesar del abandono y las dificultades. La historia de comunidades, de padres y madres que se esfuerzan por participar y contribuir a una convivencia social más sana. Nos muestra el significado de la solidaridad, la sensibilidad, la perseverancia y el esfuerzo.
Y también nos cuenta, con su mirada noble y sincera, la perversidad de la manipulación partidaria, que convirtió nuestra educación en zona de desastre. Nos narra una realidad que muchos otros educadores también sufrieron. Pero ella no quedó, sin embargo, enredada en la justificación inoperante o en la denuncia panfletaria. Teniendo muy claro lo que quería, Isidora fue capaz de elegir el camino de la obra creativa que germina en suelo hostil. Con coraje desenmascara el miedo y la ficción, el “como si” de instituciones y personas que sienten la amenaza del advenimiento de una educación diferente, de la eclosión de lo nuevo. Isidora nos muestra la magnitud de la presión institucional que provoca que los maestros y maestras se sometan a “la autoridad” que prohíbe pensar, investigar, descubrir, leer y escribir.
Pero el trabajo de Isidora va más allá. Nos desafía a buscar nuevas respuestas.
Con autoridad moral y profesional, Isidora demuestra cómo es posible realmente lograr un aprendizaje de calidad de nuestros niños, niñas y jóvenes de todos los sectores, y en particular, de los ámbitos sociales más marginados y empobrecidos del país. Lo que cuatro reformas educativas no consiguieron en Paraguay (57, 73, 94, y la frustrada Transformación Educativa), Isidora y los y las docentes que con ella trabajaron, pudieron lograr dar sentido a las prácticas educativas. Con medios precarios, propios de las comunidades más pobres del país, nos muestran que es posible que nuestros alumnos puedan manejar los códigos lingüísticos, en castellano como en guaraní, para leer entendiendo y escribir comunicando. Leer, escribir, producir textos reales que tratan sobre situaciones reales de la comunidad y de la sociedad, a partir de sus realidades culturales. Basta que haya menos autoritarismo, menos rigidez institucional, mayor libertad pedagógica, y la colaboración de la comunidad, para que la realidad penetre a raudales en la escuela y entusiasme a todos. El aprendizaje no puede desarrollarse entre cuatro paredes; solo en el vínculo entre la escuela y la comunidad.
En este trabajo se plasma una propuesta concreta y exitosa sobre cómo estructurar a nivel nacional un proceso de innovación educativa, y de lograr que los docentes se entusiasmen y desarrollen sus capacidades profesionales. El maestro y la maestra que quieren hacer algo diferente, insatisfechos por la forma denigrante de ser tratados y culpabilizados por los fracasos educativos, se sentirán plenamente reivindicados por las experiencias aquí narradas.
¿Cómo resolver el problema de la enseñanza del guaraní y del castellano en nuestra educación? Con gran sencillez Isidora explora y propone una línea pedagógica para abordar esta dificultad, con soli-dez teórica y respaldo empírico, digna de formularse como política lingüística nacional.
Quisiera abogar, por último, aunque Isidora no necesita abogado, respecto a la importancia de sus más recientes experiencias con plurigrados en el Chaco paraguayo. Muchos docentes rechazan los plurigrados porque representan una forma de explotación o sobrecarga adicional para los docentes, más aún cuando la autoridad educativa -equivocadamente- optó por implementar la modalidad como solución a la escasa cantidad de alumnos en algunas comunidades castigadas por la migración. Obviamente no se trata de crear plurigrados para abaratar la educación pública. Isidora sitúa la exitosa experiencia de plurigrados en el contexto específico de las escuelas de estancia en el Chaco, y demuestra que, a pesar de la complejidad, la precariedad, las distancias, y la falta de acompañamiento por parte del sistema educativo, los alumnos son capaces de aprender con calidad cuando las prácticas pedagógicas son las adecuadas.
Isidora se animó a testimoniar sus experiencias educativas como maestra de alma. Estoy seguro que muchos educadores, que batallan silenciosamente por cambiar nuestra educación, se sentirán identificados con estas historias. Sueño con que cunda este ejemplo, y que de a poco podamos contar con muchos testimonios similares, que pasen a integrar un verdadero movimiento pedagógico por el cambio de nuestra educación. Este será “el camino sin retorno” del que nos habla Isidora Gaona.
Miguel López Perito