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ISBN 978-99989-60-65-7

MANANTIAL EN LLAMARADA

Autor:Colmán Cabrera, Liz Alejandra
Colaboradores:
Meza Miranda, Miguel Angel (Revisado por)
Meza Miranda, Miguel Angel (Traductor)
Marreco-Pérez, Mary Ely (Tapa) (Diseñador)
Figueredo Rosso, Vicente Ramón (Contenido) (Diseñador)
Editorial:CHEHANDE Editora & Gráfica
Materia:LITERATURA Y RETÓRICA
Público objetivo:General
Publicado:2025-03-15
Número de edición:1
Número de páginas:164
Tamaño:14.5x21cm.
Precio:Gs 50.000
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español
Guaraní

Reseña

PRÓLOGO

Bien sabemos que la literatura remonta a una antigüedad de más o menos 3.000 años a.C., que la poesía lírica se originó en Grecia para ser recitada o cantada en el siglo VII a.C., que el poema más antiguo conocido es de origen sumerio (2000 a 2500 a.C.).
Conocemos también que los filósofos buscan verdades regidas a métodos, utilizando lógica y razón, en tanto que la poesía es sentimiento, pasión, imaginación, es hacedor con múltiples palabras -que expresan nuestra vida real, idealizada o imaginada-, abarcando insondables tiempos, espacios y distancias.
Alguien dijo que el poeta y dramaturgo español Federico García Lorca “...Rescató las palabras bellas y exactas con las que el poeta granadino expresó aquello que, alguna vez, todos hemos querido expresar y, pocas veces, supimos cómo hacerlo...”.
Desde tiempos muy remotos, el hombre buscó decir lo que le susurraba su “yo” interior, su alma.
“─…Dime: ¿Vendrás conmigo a ver el alma?
Llegó a mi corazón una caricia...” (Antonio Macha-do), y es más, expresa que le habló “la buena voz”, “la voz querida”.
Todo escritor conoce “esa” voz -lenguaje singular que subyace en lo íntimo del ser-. Podría atreverme a decir que la poesía nace con el hombre mismo, ya que él no fue creado solo carnalmente.
Dibujos de flores, animales, astros, dioses, etc. halla-dos en antiquísimas cavernas dicen de un ser que -no teniendo aún el conocimiento de la escritura-, ya decían de la sorprendente admiración que no solo captaban los sentidos físicos sino algo más y de manera más amplia -casi infinita-, era espectador sensitivo, con visión casi sublime.
El progreso y la expansión del mismo hizo posible que un sinfín de textos nos hablaran del sentir humano, imperioso en todos y algunos eligieron una forma.
Intentar impedir acallarlos es como cortarles esa vena etérea, misteriosa y alada, donde la inspiración fluye como un incansable, bello y eterno río, sobre cuyas aguas boga una barca que lleva de pasajeros todos los sentimientos -misteriosos, algunos, lejanos e irreales, otros-.

Siglo XXI, año 2025 ¡Liz Colmán!

“Es mía la agonía en que vivo. / la risa que reír ya no quiso, / son míos los sueños / que despiertan / y se llenan de vacíos...” fragmento de “Tan mío”.
Alguien, luego de leer estos versos ¿Puede negarse que el alma líricamente gime o se atrevería a decir que Liz no recurrió a la poesía para verter la tibieza oculta de su pena?
Desde mi óptica percibo a la escritora -poeta Liz Colmán-, con todas las características de los cultores de la vertiente romántica, que surge a finales del siglo XVIII y rápidamente abraza todo el planeta, rebelde y libre ante el clasicismo encadenante y rígido.
Voces privilegiadas susurran poemas que atrapan al lector -el que lee lo que siente y quisiera decirlo así, así, de esa manera-.
“¡Corre libre, corcel! / que la montura / en el destino, / es una estampida... fragmento de “El fuego de los ríos”, Liz Colmán.
Y ella lo dice ¡Con cuánta razón!, sabe que su destino no detendrá “su nueva primavera” .Las comparaciones y metáforas embellecen su poesía:
“...Amor que te espero, / que importa haber llorado. / Si ahora pareces real, / las lágrimas escaparon por mi ventana. / Encontré a tu lado / la felicidad. / Luna plateada / dile que en silencio. / ...Ya lo amaba...” fragmento de “A mi vida llegaste”, Liz Colmán.
En nuestro país -el Paraguay-, quien trajera los aires franceses y románticos de Víctor Hugo y otros grandes exponentes fue el Mariscal Francisco Solano López. El que desee interiorizarse sobre la auténtica personalidad del mayor héroe de la región debe leer su última carta a su hijo Emiliano.
Descendemos, como Liz Colmán, de una generación de hombres heroicos y patriotas, en quienes la libertad de sus sueños no sucumbía ante la muerte.
Liz Colmán, como muchas, trae en sí, la inclaudicable lucha de “Las Residentas”. Su palabra romántica, libre y rebelde, emerge de la belleza de su alma, tan hermosa como entera.
Su nobleza, entrega y generosidad, se ven y sienten en testimonios existenciales de su paso de mujer tierna y dulce pero sobre todo, heroína de sueños sin derrotas.
María Cristina Melot

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