Tercera parte de la novela de Z Y, el genio que murió de hambre
Tal como la vida misma, esta historia nos sigue deparando sorpresas cuyo disfrute solo requiere una actitud abierta, libre de prejuicios.
Como en la vida misma, se van sucediendo en ella situaciones aparentemente absurdas, que sin embargo son reconocidas como íntimamente propias de la naturaleza humana.
Más, la buena nueva es que la obra en sí se erige en una terapia eficaz contra la demencia.
No en balde se sostiene desde tiempo atrás que la risa es un remedio infalible.